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Salud y Bienestar

La intensidad, amplitud y duración de la crisis económica iniciada en 2008 ha puesto en la agenda una preocupación creciente por sus efectos en la salud y el bienestar de las personas. Algunos estudios preliminares evidencian ya un deterioro importante en las condiciones de vida y en el estado de salud de ciertos grupos, tendencia que podría agravarse en los próximos años.

MORTALIDAD

La tasa de mortalidad es uno de los indicadores más utilizados para monitorizar el estado de salud de los países. El envejecimiento de la población, la necesidad de establecer una planificación de los sistemas sanitarios basada en la estructura demográfica y la accesibilidad de los sistemas de información, han favorecido el interés creciente por los estudios de mortalidad en todo el mundo.

Durante el último siglo, la mortalidad en Europa ha disminuido rápidamente debido a la reducción de la mortalidad infantil, la mejora de los estilos de vida y los avances de la tecnología sanitaria, entre otros factores. Como en el resto de los países de la Unión Europea, España muestra una tendencia de mortalidad decreciente, alcanzando en 2010 una tasa bruta de mortalidad de 8.25 defunciones por cada 1000 habitantes. Actualmente es uno de los países de la Unión Europea con mayor esperanza de vida al nacer, especialmente en las mujeres, donde alcanza los 84.9 años. Sin embargo, estas cifras difieren entre las regiones españolas, por lo que el análisis independiente de la mortalidad en una de ellas es esencial para una planificación sanitaria adecuada.

Desde 1999 el grupo de investigación DEMAP de la Escuela Andaluza de Salud Pública ha desarrollado una amplia labor investigadora en el estudio de la distribución geográfica y la evolución temporal de la mortalidad y su relación con los determinantes del medio físico. El principal propósito de estas investigaciones es contribuir a la puesta en marcha de intervenciones sanitarias para la mejora de la salud, evaluar sus logros y favorecer políticas sanitarias centradas en la prevención y la planificación de recursos sanitarios. La actual crisis económica podría repercutir de forma directa o indirecta en la mortalidad general o por causas específicas. Algunos estudios han sugerido un incremento de la mortalidad por suicidio, consumo excesivo de alcohol o drogas durante el transcurso de una crisis económica. Sin embargo, los cambios en la tendencia de la mortalidad no suelen producirse de forma inmediata. Por ello, es necesaria una continuidad en la vigilancia de los principales indicadores relacionados con la mortalidad a nivel europeo, nacional y autonómico.

SALUD MENTAL

Los efectos de las crisis económicas sobre la salud mental se han estudiado durante décadas. La evidencia sugiere que las recesiones tienen efectos perjudiciales sobre muchos de los indicadores de salud. Así, la pérdida de empleo, que conlleva una disminución de ingresos y el quebranto de las redes sociales basadas en la esfera laboral, puede afectar a la salud mental. En concreto, la literatura sugiere que las épocas de crisis económica se asocian con un mayor estrés psicológico y un mayor uso de los servicios de salud mental. Se constata igualmente un aumento en los niveles de ansiedad/depresión y una disminución en la percepción de competencia y autoestima. Estas condiciones se asocian a su vez con un aumento de intentos de suicidio y muertes prematuras por episodios de violencia/suicidio, así como un aumento del consumo de alcohol.

Diferentes investigaciones han identificado una asociación positiva entre la tasa de desempleo y la tasa de mortalidad general y mortalidad por enfermedad cardiovascular y suicidio. Asimismo, se concluye que las personas desempleadas son más propensas a acudir al médico, tomar medicamentos o ser ingresadas en los hospitales generales. Por otra parte, en un meta-análisis de estudios publicados desde 1950, Paul y Moser (2009) hallaron que el promedio de personas con problemas psicológicos era de un 34% entre las personas en situación de desempleo, frente a un 16% entre quienes tenían un empleo. Asimismo, los hombres y los trabajadores manuales presentaban más niveles de estrés que las mujeres y los trabajadores no manuales. Además, el efecto negativo del desempleo sobre la salud mental era más fuerte en los países con un bajo nivel de desarrollo económico, una distribución desigual de los ingresos, o con una debilidad de los sistemas de protección por desempleo.

Desde otro punto de vista, las recesiones económicas también pueden tener un efecto directo sobre las personas que mantienen el empleo, quienes se enfrentan a situaciones de estrés y ansiedad motivadas por la disminución de ingresos, la inseguridad laboral y el aumento de carga de trabajo. Igualmente, la crisis económica puede tener un impacto negativo desproporcionado en los subgrupos de población en situación de vulnerabilidad social, como aquellos con un trastorno mental preexistente, con bajo nivel socioeconómico y las personas en situación de desempleo.

 

SALUD REPRODUCTIVA

La salud reproductiva se reconoce como un componente integral de la salud general. Es un derecho que atañe a todo el ciclo vital y que incluye entre otros, la integridad y seguridad reproductiva, la igualdad de expresión, la oportunidad de elección, y la educación y el acceso a la información y atención a la salud. Las crisis socioeconómicas repercuten la salud a través de sus efectos sobre los ingresos y el desempleo como determinantes que operan a lo largo de la vida. Estos y otros determinantes socioculturales y de género interrelacionan afectando especialmente la salud reproductiva de las mujeres.
 
Las crisis socioeconómicas deterioran las condiciones y calidad de vida y la pérdida de acceso a los servicios de salud, bien sea porque al perderse empleos se pierden también derechos de atención sanitaria, o bien porque los recursos y programas públicos de salud reproductiva pueden reducir su gasto. Las crisis socioeconómicas afectan también las condiciones para una reproducción deseada, tanto porque disminuyen las probabilidades de planificar un embarazo cuando las condiciones de vida no son favorables, como porque disminuyen las oportunidades de acceso a servicios de prevención e interrupción de embarazos no deseados.

En este sentido, resulta prioritario hacer un seguimiento de indicadores de fecundidad global y adolescente, y de interrupciones voluntarias del embarazo, para valorar su evolución en relación con el envejecimiento poblacional por un lado, y en relación con la posibilidad de ejercer los derechos de elección de las mujeres, por otro. Además resulta relevante conocer la evolución de indicadores de morbimortalidad materna y neonatal y características de las y los recién nacidos, también afectados por las condiciones de vida de la población.

ENFERMEDADES CRÓNICAS

Bibliografía y otros recursos

El éxito con el que la salud pública y la medicina moderna han extendido la expectativa de vida de la población ha traído consigo consecuencias para las que debemos estar preparados. Una de ellas es el aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas y de situaciones de multimorbilidad hasta el punto de que ya están asociadas con la mayoría de las muertes y discapacidad en todas las regiones del mundo. A su vez, los avances terapéuticos diseñados para reducir la morbilidad y mortalidad por enfermedades crónicas individuales, están creando un nuevo fenómeno que representa una amenaza aún mayor para los sistemas sanitarios: el aumento rápido del número de personas afectadas por varias enfermedades crónicas. Este fenómeno es conocido desde diferentes aproximaciones como polipatología, pluripatología, enfermedades crónicas múltiples o complejas.

Esta situación conlleva a una mayor pérdida de autonomía, a un mayor grado de dependencia y discapacidad, menor adherencia a los regímenes de tratamiento y a mayores costos en los servicios sanitarios tradicionales, que cada vez tienen mayores retos para satisfacer las necesidades de profesionales de la salud, personas usuarias, personal cuidador y otras personas cercanas. Cronicidad y multimorbilidad tienen una gran repercusión en los costes del sistema sanitario. Una persona usuaria con una sola enfermedad crónica triplica el coste de una persona usuaria sin estas patologías. La atención a una persona usuaria con 3 enfermedades crónicas multiplica el coste por 9, con 5 por 20 y por 50 si la persona usuaria tiene 9 o más enfermedades crónicas.

Diversos estudios afirman que la atención a las personas con enfermedades crónicas requiere el 70% de los recursos sanitarios y que casi el 50% del gasto sanitario se dedica a personas con múltiples enfermedades crónicas. Sin duda el impacto de la crisis económica en la salud no solo supondrá otro factor más en el incremento de la prevalencia de cronicidad, polipatología y multimorbilidad, sino también un empeoramiento en la calidad de vida y cuidado de las personas con enfermedades crónicas y su personal cuidador.

A diferencia de otros factores bien conocidos como el envejecimiento poblacional y la transición epidemiológica, existe aún poca evidencia de la magnitud y caracterización del impacto de la crisis económica en la cronicidad. ¿Cómo podemos minimizar el coste de más de 35 billones de euros que supondrán las enfermedades crónicas para los sistemas sanitarios en los próximos 20 años? Y, ¿cómo podremos hacerlo manteniendo los niveles de bienestar bajo la actual crisis socioeconómica? Estas y otras cuestiones nos están enfrentando a uno de los mayores retos de este comienzo del siglo XXI.

 Fin